Confesión de los Pecados en el Codex Gigas




La confesión de los pecados (en lat., confessio) toma la forma de una confesión general conectada con un acto de culto o una confesión privada.


El pecado no solamente comprende a cualquier acto inmoral, sino también a toda ofensa contra la voluntad divina, que implica una pérdida de la comunicación con Dios. Hay una gran cantidad de pecados de comisión. El catolicismo distingue entre el pecado mortal y el pecado venial. El pecado mortal es un pecado deliberado y consciente contra Dios, lo que implica una pérdida de la gracia, pero igualmente puede ser absuelto por la confesión. El pecado venial, por otra parte, no necesita confesión.





Los siete pecados mortales




El Papa Gregorio Magno (c. 540-604), que hizo muchísimo para influir en la concepción medieval del pecado, contaba siete pecados mortales como los más peligrosos, porque engendran otros vicios y pecados. Los pecados mortales son el orgullo o la “vanagloria” (en lat., inanis gloria), la envidia (en lat., invidia), la ira (lat., ira), la pena (lat., tristitia), la avaricia (lat., avaritia), la glotonería (lat., ventris ingluvies) y la lujuria (lat., luxuria). A veces se agrega un octavo pecado mortal: la pereza (lat., acedia).




Forma de confesión de los pecados




La forma de confesión de los pecados en la liturgia católica, se inspiró en el ritual judío. No hay un patrón establecido para la confesión de los pecados, y puede variar tanto en extensión como en estructura. Ciertos elementos regulares están siempre presentes, como la confesión ante Dios (los santos y la Iglesia), la enumeración de los pecados cometidos en pensamiento, palabra y obra, y el deseo de perdón.




Muchas de las confesiones medievales que sobreviven no contienen ni los pecados mencionados en el Nuevo Testamento, por ejemplo, en el Evangelio de San Mateo (Mat. 15:19) y las Epístolas Paulinas (Rom. 1:29-31, Gal. 5:19-26) ni las ofensas que pueden ser cometidas en contra de los Diez Mandamientos.




Especialmente a principios de la época medieval, las listas o catálogos de pecados podían ser muy largas –una mezcla de diversos vicios con pecados grandes y chicos. En sustancia, a menudo procedían de las enumeraciones incluidas en los escritos de los Padres de la Iglesia o en resoluciones de los primeros Concilios de la Iglesia. La gran cantidad de pecados servía para subrayar la debilidad humana, y así se inspiraba el temor de cometer ofensas. A través de la confesión, se admitía la insignificancia del hombre y se adquiría la esperanza de la gracia. Nunca existió una escala uniforme de castigos o penitencias para los pecados cometidos.




La confesión de los pecados en el Codex Gigas




La confesión de los pecados en el Codex Gigas abarca cinco páginas (folios 286v- 288v). Viene inmediatamente antes de las representaciones pictóricas de la Jerusalén Celestial y del Diablo, y está escrita en letras grandes sobre un panel coloreado. Queda claro, a partir del contenido, que esta confesión es la de un clérigo que había pecado en pensamiento, palabra y obra. Las frases iniciales, dirigidas a Dios, Cristo, los ángeles, los patriarcas, profetas, apóstoles y toda la compañía de los santos, están seguidas por una larga enumeración de todas las ofensas del pecador contra su vocación sacerdotal, contra la abstinencia sexual y corporal, y todos los pecados mortales y sus varias ramificaciones. La confesión termina con una oración por el perdón y la gracia. Los muchos santos invocados incluyen, entre otros, a San Adalberto y Václav (Wenceslao), ambos santos patronos de Bohemia.




 
Fuente: Codex Gigas. National Library of Sweden.